El filósofo brasileño propone alternativas hacia una economía incluyente para beneficio de las comunidades.
La crisis alimentaria en el mundo comienza a ser un tema de conversación dentro de distintos espacios a nivel internacional. El departamento de la Organización de las Naciones Unidas encargado de temas de alimentación y agricultura señala que países de Medio Oriente y África comienzan a denunciar escasez y falta de recursos para poder afrontar el problema de abastecimiento de alimento en sus respectivos territorios. Esta información es contrastada por organizaciones como La Vía Campesina donde se puede llegar a la conclusión de que el problema no recae en el modo de producir alimentos sino en otros factores externos a la agricultura y la ganadería.
Más allá del aumento de la demanda mundial como consecuencia de la sobrepoblación o la constante amenaza del cambio climático afectando al proceso natural de las cosechas, la posibilidad de colaborar para resolver estos y otros conflictos se encuentra estancada frente a la desigualdad con la cual se distribuyen los alimentos. Conciliar estas necesidades bajo el modelo actual agroindustrial exportador de alimentos en manos de empresas trasnacionales es algo muy difícil de lograr. El negocio que representa la industria de los alimentos y la acumulación de los mismos en favor de los grupos de elite impide acciones de solidaridad reales que beneficien a sectores vulnerables de la población mundial.
¿Entonces cuál podría ser un primer paso? Para encontrar algunas respuestas entrevistamos en su visita a la Universidad La Salle Pachuca al filósofo brasileño Euclides Mance, quien además de ser autor del libro La revolución de las redes (1999) presentó su proyecto de Economía de la liberación. La iniciativa ha logrado generar una cadena de productores bajo la lógica de la liberación de los medios de producción abasteciendo con más de 1200 productos a la comunidad de Curitiba en Brasil. El resultado: Cubrir a través de la economía local las necesidades alimentarias de una población bajo un esquema sostenible para el beneficio de todos.
“Cuando Marx escribe sobre la salida del trabajo feudal hacia el sistema capitalista habla sobre una lucha por la liberación del trabajador. Sin embargo, al final del punto de vista económico, se dio más bien una libertación porque sale de una función subalterna de ser un siervo para entrar a otra dinámica de ser un obrero que es explotado por el capital”. Por lo tanto, en el momento de pensar en alternativas económicas, Euclides encuentra en su fórmula proponer una evolución en las cadenas de producción donde la figura del patrón y el empleado desaparecen por completo.
Esto no significa que los productos ya no van a estar atados a una economía real, porque al fin y al cabo, sin la existencia de este, la circulación de las mercancías sería imposible. Su sistema continúa con la dinámica social que conlleva el intercambio de mercancias ofreciendo distintos niveles de participación a quienes quieran formar parte de ella. “La diferencia en mi propuesta es el cómo se aborda la dinámica del consumo. Mientras en el mercado las cosas tienen precio y se busca una ganancia, en un circuito solidario tenemos signos de valor que están conectados con la economía real. Estos no están sujetos al capital, sino a la atención de las necesidades de las personas”.
A través de un sistema de compra, intercambio y dádivas el sistema de Mance beneficia al productor utilizando el remanente de la ganancia que normalmente sería distribuido por el exportador capitalista y sus distintos agentes para reinvertirlo en la cadena solidaria de producción. “La economía solidaria trae respuestas a la gente que no encuentra soluciones en otro lado. Son estos momentos de indeterminación del sistema económico como el que estamos viviendo actualmente que el proceso de cambio puede desarrollarse para poder construir instituciones bajo nuevas dinámicas humanas”.
El modelo de Mance conoce sus propios límites: Por el momento, aunque su catálogo es amplio, no cuenta con productos electrónicos indispensables para sobrevivir en el Siglo XXI. Además, el compromiso por parte de los productores muchas veces puede flaquear frente a la comodidad que representan los modelos actuales de consumo. Conociendo estos retos el filósofo brasileño se muestra optimista de saber que su propuesta está encausada para favorecer el desarrollo sustentable de nuestro futuro: “Nosotros lo que proponemos a la gente es que comience a experimentar con nuestro sistema y las posibilidades que este ofrece para entender otro modo de organizar la economía. No podemos pensar en un desarrollo para las comunidades del mañana si seguimos atados al dinero”.
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