“A los diecinueve años comencé a publicar en una revista de arte y cultura (Metascopios). Escribía textos que explicaban mis ideas en torno a temas como el cuerpo femenino, el amor y las relaciones humanas. A los veintidós comencé a tomar cursos de creación literaria; fue entonces que me interesó narrar historias. Inicié en un taller de novela breve, pero me di cuenta que aún tenía muchas cosas que aprender antes de atreverme a escribir una novela”.

“Yo comencé a escribir sentada en las jardineras del bachillerato en La Salle. Sin embargo, considero que en mi estancia en bachillerato fue cuando me descubrí como lectora. En ese entonces, mis profesores y las lecturas que me dieron en sus materias me ayudaron a tener más curiosidad sobre ciertos contenidos. Recuerdo mis clases de etimologías, de literatura y de filosofía como las que más tuvieron impacto en mí como lectora”.

“Diría que para mí lo más difícil fue saber qué contar. Pueden pasar semanas entre una idea que surge y la estructura de esa idea en una historia. Fue un proceso complejo, pues identificar la línea que unifica a los cuentos para estar en el mismo libro no es tan fácil. A veces escribes pensando que esa línea es una y después cambias de opinión. En otras tienes que descartar ideas o cuentos enteros pensando en la unidad de la obra. Y bueno, corregir y reescribir es una constante en este proceso.

Al menos tres veces por semana me dedicaba a esto. Es un proceso tardado que, aunque puede ser agotador, nunca deja de ser satisfactorio”.

“Me deja tranquilidad por haber terminado un ciclo de aprendizaje y poder demostrarme el valor de la disciplina y la constancia. En estos dos años que escribí sucedieron muchas cosas en mi vida, algunas buenas y otras muy tristes; el premio simboliza el cierre de esa etapa de mi vida y la inauguración de nuevos tiempos en los que quiero seguir creciendo y aprendiendo más de esto”.

“Me gusta pensar que como docente y parte de la coordinación de investigación puedo decir las cosas que yo necesitaba escuchar cuando tenía esa edad y que puedo atender necesidades que pude identificar como estudiante. Mi aportación a la comunidad es brindar mi perspectiva como egresada y aportar ahora como colaboradora”.

“No puedo más que decir que es urgente que como universitarios, docentes y personas nos comprometamos a ser críticos con lo que acontece a nuestro alrededor. Jamás he pensado que leer nos convierte en buenas personas o nos hace mejores que otros, pero sí sé que permite el desarrollo de habilidades fundamentales en nuestras vidas. Incentivemos estos acercamientos para comprender lo que sucede a nuestro alrededor (o para que los más atrevidos lo cambien)”.